El Papa Francisco – en su Mensaje – se dirige a toda la humanidad invitando a poner nuestra mirada sobe los pobres. Para ello cita el libro del Eclesiástico, también conocido como Sirácida, libro que “expone sus consejos sobre muchas situaciones concretas de la vida, y la pobreza es una de ellas”.
Confianza en Dios y en su proyect
La petición por la sabiduría encuentra respuesta cuando se confía en el Señor: “Confía en él y él te ayudará, endereza tus caminos y espera en él. Los que teméis al Señor, aguardad su misericordia y no os desviéis, no sea que caigáis” (2,2-7).
El proyecto de Dios no separa la vida de oración del hecho de hacer el bien, por eso el Papa afirma: “La oración a Dios y la solidaridad con los pobres y los que sufren son inseparables. Para celebrar un culto que sea agradable al Señor, es necesario reconocer que toda persona, incluso la más indigente y despreciada, lleva impresa en sí la imagen de Dios. De tal atención deriva el don de la bendición divina, atraída por la generosidad que se practica hacia el pobre”.
El Papa identifica un peligro en la búsqueda de servir a los más pobres: “ponerse siempre uno en primer lugar”. Porque, continúa: “El encuentro con una persona en condición de pobreza siempre nos provoca e interroga. ¿Cómo podemos ayudar a eliminar o al menos aliviar su marginación y sufrimiento? ¿Cómo podemos ayudarla en su pobreza espiritual? La comunidad cristiana está llamada a involucrarse en esta experiencia de compartir”.
Por esto el Papa llama a vivir la pobreza evangélica en primera persona: “El grito silencioso de tantos pobres debe encontrar al pueblo de Dios en primera línea, siempre y en todas partes, para darles voz, defenderlos y solidarizarse con ellos ante tanta hipocresía y tantas promesas incumplidas, e invitarlos a participar en la vida de la comunidad”.
Gestos que dan sentido a la vida
El Papa nos recuerda que hay gestos que dan sentido a la vida, por eso afirma: “Tender la mano hace descubrir, en primer lugar, a quien lo hace, que dentro de nosotros existe la capacidad de realizar gestos que dan sentido a la vida. ¡Cuántas manos tendidas se ven cada día!”
En su mensaje el Papa describe las múltiples manos que se tienden para ayudar a los más pobres y afirma: “Tender la mano es un signo: un signo que recuerda inmediatamente la proximidad, la solidaridad, el amor. En estos meses, en los que el mundo entero ha estado como abrumado por un virus que ha traído dolor y muerte, desaliento y desconcierto, ¡cuántas manos tendidas hemos podido ver!” Y, aunque si nos quedamos con la información que aparece en los medios de comunicación, podamos tener la impresión de que el mal es más fuerte, recuerda que “Todas estas manos han desafiado el contagio y el miedo para dar apoyo y consuelo”.
La pandemia llegó de repente
“Esta pandemia llegó de repente y nos tomó desprevenidos, afirma Francisco, dejando una gran sensación de desorientación e impotencia. Sin embargo, la mano tendida hacia el pobre no llegó de repente”. El Papa insiste en que para servir hay que estar preparados, y que eso no se logra de un momento a otros, necesita un proceso de crecimiento y afianzamiento en la fe. Las incertezas a las que nos enfrenta este momento que vivimos, nos hacen sentir frágiles, limitados, inseguros. A esto añade el Papa, la falta de trabajo, de personas queridas, de relaciones interpersonales. Sin embargo, dice Francisco: “Encerrados en el silencio de nuestros hogares, redescubrimos la importancia de la sencillez y de mantener la mirada fija en lo esencial. Hemos madurado la exigencia de una nueva fraternidad, capaz de ayuda recíproca y estima mutua. Este es un tiempo favorable para «volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo”.
Tiende la mano al pobre es una invitación a la responsabilidad
El Papa cita a san Pablo en la carta a los Gálatas: “Es una llamada a llevar las cargas de los más débiles, como recuerda san Pablo: «Mediante el amor, poneos al servicio los unos de los otros. Porque toda la Ley encuentra su plenitud en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. […] Llevad las cargas los unos de los otros» (Ga 5,13-14; 6,2)”. Y continúa: “El Apóstol enseña que la libertad que nos ha sido dada con la muerte y la resurrección de Jesucristo es para cada uno de nosotros una responsabilidad para ponernos al servicio de los demás, especialmente de los más débiles. No se trata de una exhortación opcional, sino que condiciona de la autenticidad de la fe que profesamos”. Y refiriéndose a lo anterior concluye: “la Palabra de Dios nunca nos deja tranquilos y continúa estimulándonos al bien”.
La indiferencia y el cinismo
Francisco subraya que la solidaridad con el pobre tiene su realidad de contraste: “La indiferencia y el cinismo son su alimento diario. ¡Qué diferencia respecto a las generosas manos que hemos descrito!” El afán de riqueza, el producto de la venta de armas y otras realidades similares son la mejor muestra de que hay manos que se unen para hacer el mal, insiste Francisco: “Hay manos tendidas que en las sombras intercambian dosis de muerte para enriquecerse y vivir en el lujo y el desenfreno efímero. Hay manos tendidas que por debajo intercambian favores ilegales por ganancias fáciles y corruptas. Y también hay manos tendidas que, en el puritanismo hipócrita, establecen leyes que ellos mismos no observan”.
La finalidad de nuestro servicio
“No podemos ser felices hasta que estas manos que siembran la muerte se transformen en instrumentos de justicia y de paz para el mundo entero”, afirma Francisco y añade: “la finalidad de cada una de nuestras acciones no puede ser otro que el amor. Este es el objetivo hacia el que nos dirigimos y nada debe distraernos de él. Este amor es compartir, es dedicación y servicio, pero comienza con el descubrimiento de que nosotros somos los primeros amados y movidos al amor”.
El Papa finaliza su mensaje recordando el papel importantísimo de María en la vida de Jesús y en la vida de la Iglesia y encomiendo a toda la humanidad bajo su protección y amparo.