La Santa Sede ha hecho público este martes el nombramiento por el Papa Francisco del Obispo auxiliar de Valencia, monseñor Arturo Ros, como Obispo de la diócesis de Santander, quien ha dado las gracias “de todo corazón” por esta “confianza inmerecida” del Pontífice y sus palabras de aliento y de ánimo; también a la Iglesia “a la que amo apasionadamente. No podría vivir sin ella”, y al Pueblo de Dios, «por su afecto, cariño, comprensión, palabras de ánimo. Me he sentido muy querido por la gente”.
Precisamente, monseñor Ros ha expresado que “ha sido un gozo la experiencia de la presencia en las parroquias, en las celebraciones, en confirmaciones, por diversos motivos. He recibido mucho. Quiero decirlo en voz alta, he recibido mucho de una forma incontable. En todos los lugares que he ido siempre he encontrado afecto, cariño, comprensión, palabras de ánimo. Me he sentido muy querido por la gente”.
“No sé si tengo mérito, supongo que no, pero me he sentido muy querido por la gente. Muy comprendido. Y es verdad que ha sido siempre mi aliento, mi fuerza, mi ánimo para seguir trabajando, en esos tres ejes propios de mis tareas estos años: laicos, familia y caridad. Ha sido realmente una escuela de aprendizaje. No sé si he aprendido bien, pero al menos sí he sido receptivo para saber que el pueblo de Dios sostiene la Iglesia y que la archidiócesis está llena de mujeres y de hombres mayores, jóvenes, extraordinarios, entregados, bondadosos, fieles, que hacen grande esta existencia”.
“LA IGLESIA SIEMPRE HA SIDO MADRE PARA MÍ. ME HA COMPRENDIDO, ME HA ACOMPAÑADO, ME HA PERDONADO, ME HA DADO LA VIDA”
“Con el paso de los tiempos y las circunstancias que a veces vivimos tan complejas, me resulta muy emotivo afirmar que creo en la Iglesia una, Santa, Católica y Apostólica. Creo en la Iglesia y siempre ha sido madre para mí. Me ha comprendido, me ha acompañado, me ha perdonado, me ha dado la vida. Doy gracias de corazón a esta diócesis de la que soy, de la que siempre seré porque es mi tierra y me da vida, a la que he intentado servir, gozando siempre de la confianza de los arzobispos a Miguel Roca, don Agustín García Gasco, don Carlos Osoro y especialmente en este tiempo, don Antonio Cañizares y don Enrique Benavent. Gracias a la diócesis. También gracias a mi familia”.
Monseñor Ros ha recordado que una día como hoy, hace 31 años fue ordenado diácono, y cuando le ordenaron Obispo “asumí como lema las penúltimas palabras que dijo mi abuelo, el Beato Arturo Ros Montalt, a su esposa, mi abuela María y a sus hijos: “Afanyeu-se a perdonar” y las asumí no solamente como memoria histórica de mi familia, sino como convicción y como estilo de vida”.
“Ser testigo del perdón, ser testigo de la reconciliación. Ser testigo de la comunión son palabras reales que él pronunció en las vísperas del martirio y que su esposa se encargó de transmitirnos primero a los hijos pequeños y luego a los nietos, para que viviéramos así”.
Ese legado familiar casi evangélico “hace reconocer la necesidad de pedir perdón que es lo primero que he querido hacer: Soy consciente de que en este tiempo, tanto en los años de ministerio sacerdotal como ministro episcopal, he cometido muchos errores. Pido perdón si alguien en algún momento se ha sentido molesto, ofendido por mi testimonio, por mis palabras. Nunca quise hacer daño a nadie, nunca, jamás. Pero, a veces, las cargas de responsabilidad, hacen que uno tenga que decir, hacer cosas que a veces suponen poca comprensión. Pido perdón de corazón”.
“Es verdad que ha habido muchos momentos no gratos, forman parte de nuestra vida y en esos momentos siempre he recordado las palabras que me decía Anita Morant, cofundadora de Verbum Dei, en los momentos de adversidad: No te bajes de la cruz”.
AGRADECE HABER RECIBIDO DE SU FAMILIA “EL REGALO Y DON PRECIOSO DE LA FE”
Mons. Ros también ha dado las gracias a su familia: “Mi familia de sangre siempre fue un regalo. No podría ser lo que soy sin ellos y, especialmente, haber recibido de ellos el regalo y don precioso de la fe. Creer es un regalo y un gozo interior. Incluso cuando desde pequeñito me enseñaban mi abuela y mi padre amar a Jesús Eucaristía”, ha añadido.
GRATITUD A MONSEÑOR BENAVENT POR SU “CONFIANZA Y PACIENCIA”
“Gracias Enrique, por este año tan intenso que hemos vivido. Es verdad que no era una novedad caminar juntos y al mismo tiempo, gracias de corazón por su confianza, por su paciencia conmigo. Pero sabe que en todo momento desde el minuto cero hasta hoy he sido fiel siempre. No me cuesta serlo porque es asumir o integrar en el corazón y en el alma lo que uno está llamado a ser”.
Igualmente, monseñor Ros se ha referido a sus “compañeros de fatiga, a don Javier Salinas, a don Esteban y a don Vicente Juan. Hemos pasado muchos momentos muy buenos, también hemos llorado alguna vez. No han sido momentos fáciles muchas veces, pero gracias a Dios, el vínculo fraterno, más hondo todavía que el del ministerio episcopal, nos ha hecho caminar juntos. Para mí, estar con vosotros, con don Antonio y con don Enrique ha sido una escuela de aprendizaje”.
También ha dado las gracias a los sacerdotes, siempre cercanos, acogedores, comprensivos, a los diáconos, a los seminaristas y al personal del Arzobispado por su “trabajo silencioso y abnegado”, especialmente a los conductores por tantas horas de compartir su servicio.
“Sé que no es tiempo de balances ni ahora ni después. El tiempo nos va situando a todos. Sí manifestar una gratitud inmensa en el corazón y en la memoria. Permanecemos unidos en la oración, siempre. Me llevo y me llevaré siempre la caricia maternal de la Mare de Déu. Y también estoy en disposición de anunciaros que Dios mediante el próximo sábado 16 de diciembre de este año, está prevista la toma de posesión canónica en la diócesis de Santander”, ha afirmado.
MENSAJE A LA DIÓCESIS DE SANTANDER: “QUIERO ENTREGARME TOTALMENTE A LA MISIÓN QUE LA IGLESIA ME ENCOMIENDA”
Mons. Arturo Ros ha dado lectura a sus primeras palabras destinadas a la Diócesis de Santander como Obispo electo, en las que ha comenzando dando gracias “al Santo Padre, el Papa Francisco, por su extraordinaria confianza, y a toda la Iglesia, en la que me siento un hijo privilegiado, amado y acompañado en todos los momentos de mi vida”.
El nuevo Obispo electo ha afirmado: “Soy consciente de que esta es una responsabilidad que me sobrepasa y que sólo desde la pobreza de espíritu puedo acogerla, la total confianza en Dios. He vivido estos días con preocupación e inquietud pero, al mismo tiempo, quiero entregarme totalmente a la misión que la Iglesia me encomienda. Solicito vuestras oraciones, os puedo decir hoy que ya formáis parte de las mías”.
“Pronto tendremos la ocasión de poder encontrarnos, conocernos y caminar juntos, haciendo experiencia viva de sinodalidad. Siento que me incorporo a vuestra historia, larga y fecunda, para que juntos sigamos escribiendo hermosas páginas de la vida y del futuro de esa hermosa tierra. Por eso transmito también un respetuoso y cordial saludo a las autoridades autonómicas y municipales y mi disposición para que juntos busquemos el bien común, apasionados por la justicia, por la solidaridad, por la paz”.
Por último, se ha encomendado “a la intercesión y a la protección de los Santos Mártires Emeterio y Celedonio. Suplico a María Santísima, ‘Virgen Bien Aparecida’, que nos acompañe siempre y nos enseñe a ser fieles discípulos de su Hijo”.