Desde Timor Leste, Honuras, Tokio, entre otros destinos

Misioneros y misioneras valencianos, distribuidos por todo el mundo, han vivido y celebrado estos días de Semana Santa en las diversas comunidades donde ejercen su labor misionera.

Desde lugares tan remotos como Timor Leste, pasando por Honduras e incluso en los suburbios de ciudades no tan desconocidas como Tokio, los misioneros y misioneras valencianos han acompañado a las diversas comunidades cristianas para proclamar que el Señor resucitaba entre todos ellos trayendo esperanza y alegría.

Desde la Parroquia de Koiwa, en Tokio, Magdalena Vicent recuerda con especial cariño el momento vivido en la Vigilia Pascual, cuando tres personas locales de diferentes edades, orígenes y circunstancias, recibieron el sacramento del bautismo durante la Vigilia. Siendo así una noche más especial, si cabe, para aquellos que se acercaban a Cristo por primera vez y pasaban a ser parte activa de la Iglesia universal.

«Un hombre chino, protestante, que llegó a Japón el año pasado, acudió a la Iglesia con el deseo de encontrar respuestas a su fe y la manera de vivirla. Después de haber participado estos meses en la catequesis y en la misa dominical, de manera regular, pudo cumplir su sueño».

Además de recibir el sacramento del bautismo, el hombre también recibió su primera Comunión y pudo participar como miembro activo y lleno de gozo en todas las celebraciones de la Semana Santa, de las cuales Magdalena fue testigo.

El Domingo de Resurrección, después de la Eucaristía, la Comunidad, más viva que nunca, continuó celebrando y compartiendo. Se organizaron danzas y comidas típicas, a cargo de las diversas comunidades presentes en la Parroquia de Koiwa. Así, la celebración de la Pascua se enmarcó en una «Unidad en la Diversidad» que, en palabras de Macarena, representa la mayor de las alegrías y un triunfo de Jesús sobre la fragilidad humana.

Al otro lado del mundo, la joven María Leste, en misión en Honduras desde el pasado mes de octubre, también fue testigo de primera mano de cómo las comunidades locales celebraban con alegría y devoción la noticia de Cristo Resucitado. En las pequeñas comunidades locales, niños y niñas vivían con intensidad los días previos a la fiesta de la Pascua. Con diferentes dinámicas, pudieron redescubrir la historia de la muerte, pasión y resurrección de Cristo y acercarse a la Cruz como signo de amor y entrega. En la noche de la Vigilia, el fuego Pascual, común en todas las celebraciones, fue acompañado de bailes que expresaban la alegría de un pueblo que encuentra en la resurrección una fuente de fe y esperanza

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