El próximo domingo, 21 de abril

La diócesis de Valencia se suma a la celebración de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y la Jornada de Vocaciones Nativas, que se celebra el próximo domingo, 21 de abril, coincidiendo con la fiesta litúrgica del Buen Pastor.

Esta año, ambas jornadas se celebran bajo el lema “Hágase tu voluntad. Todos discípulos, todos misioneros”. La Iglesia en España celebra estas dos jornadas juntas desde 2015, organizadas de forma conjunta por el servicio de Pastoral Vocacional de la Conferencia Episcopal Española, la Conferencia Española de Religiosos (CONFER), las Obras Misionales Pontificias (OMP) y la Conferencia Española de Institutos Seculares (CEDIS).

Aunque se celebran el mismo día, cada una de las jornadas mantiene sus objetivos. La Jornada de oración por las vocaciones invita a los jóvenes a interrogarse sobre su vocación y a la comunidad cristiana, a acompañar y rezar por ellas. Por su parte, la Jornada de Vocaciones Nativas, también llamada “del Clero Nativo”, está especialmente dedicado a la oración y la cooperación con los jóvenes que son llamados al sacerdocio o a la vida consagrada en los territorios de misión, y busca sostener estas vocaciones  para que ninguna de ellas se quede frustrada por falta de recursos.

Precisamente, el arzobispo de Valencia, monseñor Enrique Benavent, dedica esta semana su carta pastoral a estas jornadas.

CARTA DEL SR. ARZOBISPO

JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

El cuarto domingo de Pascua, en el que en la Eucaristía escuchamos las palabras del Señor en las que se presenta como el Buen Pastor que conoce a sus ovejas y da la vida por ellas, celebramos la Jornada Mundial de oración por las vocaciones. Como nos ha recordado el papa Francisco en su mensaje, esta celebración nos invita a considerar el don precioso de la llamada que el Señor nos dirige a cada uno de nosotros para que podamos ser partícipes de su designio de amor y, de este modo, convertirnos en signos e instrumentos de ese amor de Dios a toda la humanidad.

La vocación de todo discípulo de Cristo, que no vino a ser servido sino a servir y entregar su vida por muchos, es hacer de la propia vida un compromiso de servicio y de entrega, sin dejarse arrastrar por los propios intereses egoístas o por un estilo superficial de vida. Solo cuando los creyentes vivimos desde esta dinámica, la Iglesia puede mostrar al mundo el verdadero rostro de Cristo. Esta vocación al amor se puede y se debe vivir en todos los estados de vida cristiana (el matrimonio, la vida consagrada y el ministerio) y también en todos los ámbitos de la vida social en los que los cristianos podemos comprometernos para que en nuestro mundo se siembre la semilla del Reino de Dios.

De un modo especial en esta jornada debemos agradecer a Dios el don de las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada, tanto en nuestra tierra como en los países de misión (hoy celebramos también la Jornada de las vocaciones nativas). Las personas consagradas han ofrecido su propia existencia al Señor en el silencio de la oración o en la acción apostólica y son, por ello, un testimonio luminoso de una vida totalmente entregada. Quienes han acogido la llamada al ministerio ordenado y se dedican al anuncio del Evangelio ofrecen su vida, junto con el Pan eucarístico, por todos sus hermanos, sembrando esperanza y mostrando a todos la belleza del Reino de Dios.

Todos somos conscientes del bien que nos ha hecho el haber conocido a sacerdotes que, viviendo su ministerio con sencillez y con humildad, sin pretender nada para ellos mismos, han mantenido la fe en sus comunidades y han intentado acercar a todos al Señor. También vemos cómo el pueblo creyente valora el testimonio de los misioneros que, viviendo su vocación en lugares en los que no se vive tan bien como en nuestro país, anuncian a Cristo a quienes no lo conocen y se hacen solidarios de quienes viven en situaciones de pobreza material o espiritual. Y, si pensamos en las consagradas y los consagrados que, olvidándose de sí mismos, se han hecho servidores de los más necesitados, no podemos más que valorar la grandeza de su ejemplo de servicio para la Iglesia y para la sociedad.

Por ello, hoy debemos pedir a Dios que nos conceda vocaciones santas para la edificación de su Reino; que los jóvenes cristianos, al decirle cada día a Dios en el Padrenuestro “Hágase tu voluntad”, se pregunten cuál es el camino concreto que Dios les está pidiendo para entregar su vida, y sean generosos en su respuesta al Señor.

†Enrique Benavent Vidal, arzobispo de Valencia.

JORNADA MUNDIAL D’ORACIÓ PER LES VOCACIONS

El quart diumenge de Pasqua, en el qual en l’Eucaristia escoltem les paraules del Senyor en les quals es presenta com el Bon Pastor que coneix a les seues ovelles i dona la vida per elles, celebrem la Jornada Mundial d’oració per les vocacions. Com ens ha recordat el papa Francesc en el seu missatge, esta celebració ens convida a considerar el do preciós de la crida que el Senyor ens dirigix a cadascun de nosaltres perquè puguem ser partícips del seu designi d’amor i, d’esta manera, convertir-nos en signes i instruments d’eixe amor de Déu a tota la humanitat.

La vocació de tot deixeble de Crist, que no va vindre a ser servit sinó a servir i entregar la seua vida per molts, és fer de la pròpia vida un compromís de servici i de lliurament, sense deixar-se arrossegar pels propis interessos egoistes o per un estil superficial de vida. Només quan els creients vivim des d’esta dinàmica, l’Església pot mostrar al món el verdader rostre de Crist. Esta vocació a l’amor es pot i s’ha de viure en tots els estats de vida cristiana (el matrimoni, la vida consagrada i el ministeri) i també en tots els àmbits de la vida social en els quals els cristians podem comprometre’ns perquè en el nostre món se sembre la llavor del Regne de Déu.

D’un mode especial en esta jornada hem d’agrair a Déu el do de les vocacions al ministeri sacerdotal i a la vida consagrada, tant en la nostra terra com als països de missió (hui celebrem també la Jornada de les vocacions natives). Les persones consagrades han oferit la seua pròpia existència al Senyor en el silenci de l’oració o en l’acció apostòlica i són, per això, un testimoni lluminós d’una vida totalment entregada. Els qui han acollit la crida al ministeri ordenat i es dediquen a l’anunci de l’Evangeli oferixen la seua vida, juntament amb el Pa eucarístic, per tots els seus germans, sembrant esperança i mostrant a tots la bellesa del Regne de Déu.

Tots som conscients del bé que ens ha fet l’haver conegut a sacerdots que, vivint el seu ministeri amb senzillesa i amb humilitat, sense pretendre res per a ells mateixos, han mantingut la fe en les seues comunitats i han intentat acostar a tots al Senyor. També veiem com el poble creient valora el testimoni dels missioners que, vivint la seua vocació en llocs en els quals no es viu tan bé com al nostre país, anuncien a Crist als qui no el coneixen i es fan solidaris dels qui viuen en situacions de pobresa material o espiritual. I, si pensem en les consagrades i els consagrats que, oblidant-se de si mateixos, s’han fet servidors dels més necessitats, no podem més que valorar la grandesa del seu exemple per a l’Església i per a la societat.

Per això, hui hem de demanar a Déu que ens concedisca vocacions santes per a l’edificació del seu Regne; que els joves cristians, en dir-li cada dia a Déu en el Parenostre “Faça’s la teua voluntat”, es pregunten quin és el camí concret que Déu els està demanant per a entregar la seua vida, i siguen generosos en la seua resposta al Senyor.

†Enrique Benavent Vidal, Arquebisbe de València.

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