Cuando se cumplen cinco años del fallecimiento de la iniciadora, junto a Kiko Argüello, del Camino Neocatecumenal, la archidiócesis de Madrid da los primeros pasos para su futura canonización

Carmen Hernández durante un encuentro de jóvenes. Foto cedida por Carlos Metola

Cada vez está más cerca la apertura de la causa de canonización de Carmen Hernández, iniciadora junto a Kiko Argüello del Camino Neocatecumenal. Después de la Eucaristía por el quinto aniversario de su fallecimiento, que se celebrará en la catedral de la Almudena el próximo lunes a las 20:00 horas y podrá seguirse por YouTube, se entregará al cardenal Carlos Osoro una solicitud formal para abrir su causa.

«Al haber transcurrido ya cinco años desde su muerte se pueden dar ya estos primeros pasos iniciales», explica Carlos Metola, postulador de la fase diocesana de la causa. En este tiempo se han recogido los numerosos escritos personales de Carmen Hernández, «más de 16.000 páginas, unos 60 o 70 volúmenes», dice Metola. Son, sobre todo, las transcripciones de catequesis, encuentros y reuniones en las que intervino Carmen, junto a Kiko Argüello, en su labor de evangelización itinerante por los cinco continentes durante más de 50 años. Junto a estos textos también se han recogido sus cartas personales, bocetos de catequesis, numerosos diarios y otros escritos.

Además, se han recabado cerca de 1.500 comunicaciones de favores procedentes de más de 70 países distintos. De todas ellas, el 35 % tiene que ver con problemas de embarazos y partos y otro 30 % con recuperaciones de enfermedades, «algunas impresionantes, relacionadas con curaciones inexplicables».

Junto a su postulador en el Cenáculo de Jerusalén, en el año 2008. Foto cedida por Carlos Metola

Su inédita vida interior

En esta labor de investigación de sus escritos –«lo hacía todos los días, normalmente por la noche»– ha aflorado una Carmen Hernández inédita. Metola ha buscado lo que anotaba en días importantes de encuentros con los Papas, con obispos, con jóvenes… «La veías feliz, predicando, rodeada de gente –señala–, pero luego por la noche escribía confidencias a Jesucristo, como “por fin solos, Amado mío”, “estoy en la nada pero te quiero, Amor mío”. Sin duda tenía una gran vida interior, muy profunda».

Emerge también una mujer «enamorada de la Escritura, siempre con la Biblia a todas partes», muy metida en la oración –«no salía de su habitación sin haber rezado los salmos»– y muy estudiosa: «Tenía cerca de 5.000 libros, muchos de ellos sobre la Eucaristía y la Penitencia, subrayados y muy usados».

Junto a ello, el postulador destaca su amor a la Iglesia y al Papa. De hecho, a san Juan Pablo II «le preparaba platos que sabía que le gustaban, como signo de una gran familiaridad, y tenía con él detalles que no se le ocurrían a nadie más». También tenía un amor muy grande por las que ella llamaba las «ovejas perdidas», personas que pasaban por un sufrimiento especial: «Carmen conocía las situaciones familiares de muchos hermanos de las comunidades, y los llamaba por teléfono en momentos especialmente difíciles».

Carmen predicó a los jóvenes durante la JMJ de Madrid en el año 2011. Foto cedida por Carlos Metola

Si el cardenal Osoro lo estima oportuno, es de esperar que se abra en unos meses la fase diocesana del proceso sobre su vida, virtudes y fama de santidad. Después daría inicio la declaración de numerosos testigos que la conocieron, así como el trabajo de una comisión histórica y otra de teólogos que estudiarán todos sus escritos. Al acabar esta labor se enviaría todo al Vaticano para que se estudien de nuevo los documentos en la fase romana y avance así el proceso de canonización.

En esta labor de divulgación de su fama de santidad cobra especial relevancia la biografía oficial Carmen Hernández. Notas biográficas, en la que Kiko Argüello define a Carmen como «una mujer profunda, auténtica y libre», «importantísima no solo para el Camino, sino para toda la Iglesia».

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