«Una Iglesia que no intenta hablar de manera comprensible a los hombres y mujeres de su tiempo es una Iglesia enferma», asegura el Papa al recibir en audiencia a los participantes en la asamblea plenaria del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. El papel de la mujer es central pero no debe reducirse a una mera «ministerialidad».

El Papa Francisco en audiencia con los participanes en la Asamblea Plenaria del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos   (VATICAN MEDIA Divisione Foto)

Tiziana Campisi – Ciudad del Vaticano

Una Iglesia que no siente la pasión por el crecimiento espiritual, que no intenta hablar de forma comprensible a los hombres y mujeres de su tiempo, que no se aflige por la división entre los cristianos, que no vibra con el afán de anunciar a Cristo a las naciones, es una Iglesia enferma. Estos son los síntomas de una Iglesia enferma.

El Papa Francisco utiliza palabras contundentes en su discurso ante la asamblea plenaria del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos para subrayar que «sin reforma litúrgica no hay reforma de la Iglesia». Recuerda el 60 aniversario de la Sacrosanctum Concilium, la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, elaborada durante el Concilio Vaticano II con el objetivo de «hacer crecer cada día más la vida cristiana de los fieles», adaptar «las instituciones sujetas a cambio» a las necesidades de los tiempos, favorecer todo lo que pueda «contribuir a la unión de todos los creyentes en Cristo» y revigorizar todo lo que pueda ayudar a «llamar a todos al seno de la Iglesia». En la práctica, explica el Papa, «una profunda obra de renovación espiritual, pastoral, ecuménica y misionera».

La fidelidad esponsal de la Iglesia

Cuando hablamos de «reforma de la Iglesia» nos encontramos siempre ante una «cuestión de fidelidad esponsal», aclara Francisco, añadiendo que «la Iglesia como Esposa será siempre más bella cuanto más ame a Cristo Esposo, hasta el punto de pertenecerle totalmente, hasta la plena conformación con Él». En este sentido, el Pontífice se detiene en los ministerios de la mujer.

La Iglesia es mujer y la Iglesia es madre, y la Iglesia es la figura de María y la Iglesia-mujer, figura de María es más que Pedro, es decir, es otra cosa. No se puede reducir todo a la ministerialidad. La mujer en sí misma tiene un símbolo muy grande en la Iglesia como mujer, sin reducirlo a la ministerialidad. Por eso he dicho que toda reforma de la Iglesia es siempre una cuestión de fidelidad esponsal, porque hay una mujer.

La importancia de la formación litúrgica

Al igual que los Padres conciliares, que abordaron el tema de la liturgia, «lugar por excelencia para el encuentro con Cristo vivo», exhortando a la formación de los fieles y promoviendo acciones pastorales, también el Papa insiste en la necesidad de la «formación litúrgica» y subraya lo importante que es para todos:

No se trata de una especialización para unos pocos expertos, sino de una disposición interior de todo el pueblo de Dios. Esto, por supuesto, no excluye que sea prioritaria la formación de quienes, en virtud del sacramento del Orden, están llamados a ser mistagogos, es decir, a llevar de la mano a los fieles y acompañarlos en el conocimiento de los santos misterios.

La preparación de los ministros ordenados

Para Francisco es esencial que «los pastores sepan conducir al pueblo al buen apacentamiento de la celebración litúrgica, donde el anuncio de Cristo muerto y resucitado se convierte en experiencia concreta de su presencia que transformadora de la vida», por lo que pide que, «en el espíritu de colaboración sinodal entre los Dicasterios que espera la Praedicate Evangelium», la formación litúrgica de los ministros ordenados sea «tratada también con el Dicasterio para la Cultura y la Educación, con el Dicasterio para el Clero y con el Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica», de modo que cada uno pueda ofrecer «su propia aportación específica». Porque, siendo la liturgia «la cumbre hacia la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de la que mana toda su energía», como se lee en la Sacrosanctum Concilium, es necesario «que también la formación de los ministros ordenados tenga cada vez más una impronta litúrgico-sapiencial, tanto en el currículum de los estudios teológicos como en la experiencia vital de los seminaristas».

Caminos formativos para el pueblo de Dios

Pero también es necesario pensar en «nuevos itinerarios formativos» para el pueblo de Dios, exhorta el Papa, y esto a partir de las asambleas que se reúnen el domingo, «día del Señor», «en las fiestas del año litúrgico», que son «la primera ocasión concreta de formación litúrgica», y después en las «fiestas patronales o en los sacramentos de la iniciación cristiana», ocasiones «en las que la gente participa más en las celebraciones» y que, si «se preparan con cuidado pastoral», permiten «redescubrir y profundizar el sentido de celebrar hoy el misterio de la salvación».

Por último, Francisco destaca la gran tarea que corresponde al Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos: «trabajar para que el pueblo de Dios crezca en la conciencia y en la alegría del encuentro con el Señor celebrando los santos misterios y, encontrándolo, tenga vida en su nombre», y agradece su compromiso a quienes allí trabajan.

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