Unidad, inculturación y libertad: son los tres aspectos importantes que ha subrayado el Papa Francisco esta mañana a los fieles reunidos en la plaza de San Pedro para la Audiencia General. Además, ha presentado el testimonio de los santos Cirilo y Metodio, bien conocidos en el Oriente cristiano y copatronos de Europa. Los dos «apóstoles de los eslavos» proclamaron el Evangelio en la lengua hablada por los pueblos a los que fueron enviados.

Adriana Masotti – Ciudad del Vaticano

Nacidos en Grecia en el siglo IX en el seno de una familia aristocrática, renunciaron a sus carreras políticas para hacerse monjes. Son dos hermanos, los santos Cirilo y Metodio, llamados «apóstoles de los eslavos». A ellos dedica hoy el Papa Francisco su catequesisdurante la Audiencia General en la Plaza de San Pedro, continuando el ciclo de reflexiones sobre el celo apostólico. A pesar de la amenaza de lluvia, el Papa no renunció a saludar a los fieles y peregrinos presentes, dejó subir al papamóvil a algunos niños, mientras le acompañaba el sonido festivo de una banda.

La fe hablada en la lengua materna

El deseo de una vida retirada cultivado por Cirilo y Metodio duró poco, dice el Papa, porque «fueron enviados como misioneros a la Gran Moravia», que había sido evangelizada en parte, pero donde «sobrevivían muchas costumbres y tradiciones paganas». Era necesario explicar la fe en la lengua de aquellos pueblos que aún carecían de alfabeto. Los dos hermanos estudiaron la cultura local, conscientes de que sólo así les sería posible comprender la Sagrada Escritura. Cirilo argumenta: «¿Quién puede escribir un discurso sobre el agua?».

En efecto, para proclamar el Evangelio y rezar se necesitaba un instrumento adecuado, apropiado, específico. Así, inventó el alfabeto glagolítico. Tradujo la Biblia y los textos litúrgicos. La gente siente que la fe cristiana ya no es «extranjera», se ha enculturado, sino que se convierte en su fe, hablada en su lengua materna.

El Papa aprueba textos litúrgicos en lengua eslava

La iniciativa de los dos monjes suscita, sin embargo, la oposición de los latinos, que creen que sólo se puede alabar a Dios «en las tres lenguas escritas en la cruz, hebreo, griego y latín». Su preocupación, comenta Francisco, viene dictada por el temor a perder «el monopolio de la predicación entre los eslavos» y su autonomía:

“Pero Cirilo responde con contundencia: Dios quiere que cada pueblo le alabe en su propia lengua. Junto con su hermano Metodio, recurre al Papa y éste aprueba sus textos litúrgicos en lengua eslava, los hace colocar en el altar de la iglesia de Santa María la Mayor y canta con ellos las alabanzas al Señor según esos libros.”

Unidad, inculturación, libertad

Así se difunde la Palabra de Dios entre aquellos pueblos. Y mirando el testimonio de los dos hermanos a los que, recuerda, «san Juan Pablo II quiso como copatronos de Europa y sobre los que escribió la encíclica Slavorum Apostoli», el Papa Francisco subraya tres aspectos: en primer lugar la unidad: «en aquel tiempo había en Europa una cristiandad indivisa, que colaboraba para evangelizar». El segundo es la inculturación. El Papa afirma:

“La cultura evangelizadora y la inculturación muestran que evangelización y cultura están estrechamente unidas. No se puede predicar un Evangelio en abstracto, destilado, no: el Evangelio debe ser inculturado y también es expresión de cultura.”

La libertad necesita valentía

El tercer aspecto es la libertad. «La libertad es necesaria -subraya-, pero la libertad necesita siempre valentía, una persona es libre cuanto más valiente es y no se deja encadenar por tantas cosas que le quitan la libertad». El Papa Francisco llega a la conclusión de su catequesis y dirige una invitación a los fieles:

“Hermanos y hermanas, pidamos a los santos Cirilo y Metodio, apóstoles de los eslavos, ser instrumentos de «libertad en la caridad» para los demás. Sed creativos, constantes y humildes, con la oración y con el servicio.”

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