Nunca dejar de confiar en Jesús, porque Él reza por nosotros ante el Padre: lo aseguró el Papa Francisco en la Audiencia General del miércoles 2 de junio, presidida en el Patio de San Dámaso del Vaticano. En su catequesis dedicada a la oración, precedida por la Lectura del Evangelio de San Lucas, (22,28-29) se refirió a la importancia de la oración en la vida de Jesús y en su relación con los discípulos.
Jesús siempre dispuesto a esperar la conversión del discípulo
Haciendo presente que eligió a sus discípulos tras una noche de oración y diálogo con el Padre, a pesar de los errores y las caídas que ellos mostrarían en el futuro, el Santo Padre puso en evidencia cómo Él esperó «con paciencia» su conversión rogando a Dios por ellos, para que permanezcan a su lado en las pruebas y no pierdan la fe. Esto porque el Maestro, incluso en sus errores y caídas, “así como los recibió del Padre tras Su oración, así los lleva en Su corazón”.
Es impresionante saber que, en el momento del desfallecimiento, el amor de Jesús no cesa. “Pero Padre, si estoy en pecado mortal, ¿el amor de Jesús sigue ahí? – Sí – ¿Y Jesús sigue rezando por mí? – Sí – Pero si he hecho cosas feas y cometido muchos pecados… ¿Jesús sigue amándome? – Sí”. El amor de Jesús, la oración de Jesús por cada uno de nosotros, no cesa, no se detiene, al contrario, se hace más intensa y nosotros estamos en el centro de su oración. Esto debemos tenerlo siempre presente: Jesús está rezando por mí, está rezando ahora ante el Padre y le está mostrando las heridas que lleva consigo, para hacer ver al Padre el precio de nuestra salvación. Es el amor que nutre por nosotros.
Rezar intensamente, Jesús no nos abandona
Como escribimos, Jesús espera “con paciencia” la conversión de los discípulos y “ruega” por ellos al Padre, “para que permanezcan a su lado en las pruebas y no pierdan la fe”. Lo hace, recordó el Papa, “en un momento crucial de su camino”, es decir, en la verificación de su fe, cuando les dice: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». Haciendo presente cómo “las grandes decisiones» de la misión de Jesús están siempre precedidas por la oración «intensa y prolongada”, y no por una oración pasajera, afirmó que Él es el «modelo perfecto de la persona que ora», pero que además «quiere que aprendamos a orar como Él», enseñándonos «con sus palabras y su ejemplo».
Siguiendo con el repaso del Evangelio, el Santo Padre señaló que, aunque «la verificación de la fe» de los discípulos parecía ser una meta, fue “un punto de partida renovado” para ellos porque, a partir de entonces, fue como si Jesús «subiera de un tono en su misión», hablándoles abiertamente de su pasión, muerte y resurrección. Y en esta perspectiva de la Pasión, muerte y Resurrección de Jesucristo, “que suscita instintivamente repulsión, tanto en los discípulos como en nosotros que leemos el Evangelio”, es cuando la oración “es la única fuente de luz y fuerza”. De ahí que, según el Sumo Pontífice, sea necesario «rezar más intensamente, cada vez que el camino se hace cuesta arriba”.
Jesús nos asegura que, aún cuando sintamos que nuestras oraciones parezcan vanas o ineficaces, Él no nos abandona, está siempre a nuestro lado. Reza en nosotros y con nosotros. Intercede a nuestro favor, nos alienta a que perseveremos en la oración, sobre todo en los momentos más difíciles de nuestro camino, porque Su oración es la que hace que nuestras humildes peticiones sean eficaces y lleguen al cielo.
En la manifestación anticipada ante Pedro, Santiago y Juan de la gloria del Señor, que tuvo lugar en la oración (cfr. Lc 9,28-31) surge una “Palabra clara” para los discípulos, a saber, la voz del Padre que les dice: «Este es mi Hijo amado; escúchenlo». Por eso Francisco recalcó: «de la oración surge la invitación a escuchar a Jesús», «siempre desde la oración».
Seamos conscientes, Jesús reza al Padre por nosotros
El Obispo de Roma finalizó su catequesis pidiendo hacer un ejercicio de memoria: recordar que “Jesús reza” por nosotros.
Jesús no sólo quiere que recemos como Él reza, sino que nos asegura que, aunque nuestros intentos de oración fuesen completamente vanos e ineficaces, siempre podemos contar con su oración. Debemos ser conscientes: Jesús reza por mí.
No olvidemos que lo que nos sostiene a cada uno en la vida es la oración de Jesús por cada uno de nosotros, con nombre, apellido, ante el Padre, mostrándole las llagas que son el precio de nuestra salvación.
En el saludar a los fieles de lengua española, invitó a pedir al Señor en este mes de junio dedicado al Corazón de Jesús, y también en vísperas celebrar la Solemnidad del Corpus Christi, que nos conceda tener un corazón orante, lleno de confianza y audacia filial, así también como la gracia de permanecer siempre unidos a Él y también unidos entre nosotros por la participación en el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre.