Difundido por la Pastoral Penitenciaria del Arzobispado para “darles voz y sensibilizar a la sociedad que las rechaza”
VALENCIA, 27 NOV. (AVAN).- Cuatro mujeres en situación de tercer grado mientras cumplen condena tras pasar por el centro penitenciario de Picassent, protagonizan un vídeo, titulado “Ellas”, promovido por la Pastoral Penitenciaria de Valencia.
Son mujeres que miran de frente a la cámara y a la vida: están fuera de la prisión, en régimen de semilibertad, luchan por su reinserción aunque para la sociedad siguen siendo invisibles y, frente a ese muro, afirman: “amo la vida, hay que salir adelante, hay otro camino”.
Precisamente para darles visibilidad y sensibilizar a la sociedad sobre la realidad del mundo penitenciario, unos jóvenes vinculados a la Pastoral Penitenciaria decidieron elaborar este vídeo, enfocar el objetivo hacia ellas y “darles voz” para que nos cuenten, en primera persona, sus experiencias desde el piso de acogida “Antonia María de la Misericordia” abierto en Valencia por el Arzobispado hace cuatro años.
Cumplir la condena “no es sinónimo de libertad: aunque salgan de prisión y estén en la calle, siguen estando presas, de otra manera. Las mujeres del vídeo están en régimen de semilibertad, preparándose para una nueva vida, algo muy difícil porque siguen siendo rechazadas, la sociedad no las tiene en cuenta, no las admite”, explica Víctor Aguado, responsable de la Pastoral Penitenciaria, quien, junto con su familia, vive con ellas.
“Te miran por encima del hombro cuando ven la pulsera telemática”
En el vídeo, que dura 4:45 minutos, dan su testimonio cuatro mujeres, muy concienciadas de que tenían que hacerlo, mientras que otras, que también viven en la casa, por temas de privacidad y porque no querían que se supiera que han estado en prisión, decidieron no salir.
Son testimonios sin filtros, naturales: en las imágenes las vemos en el piso de acogida, que es su casa, compartiendo canciones y risas en la terraza, pero también hay momentos con rostros serios o de incomprensión. Cada una tiene su historia.
Inés, de 43 años, tiene cuatro hijos, y la mayor, de 24 años, está embarazada. Frente a la adversidad responde: “estoy hecha al dolor, no me hace daño nada, para mí todo es felicidad porque amo la vida”.
Tras enviudar se casó de nuevo y ahora se busca la vida como puede: vende “por las calles, por las casas, donde puedo” y se ríe de las personas que la miran de reojo cuando ven que lleva la pulsera telemática: es su manera de hacer frente a ese rechazo de la sociedad.
Francisca, de 50 años y madre de 7 hijos, de entre 34 y 15 años, se muestra más seria frente a la cámara pero su mensaje es positivo: “las cosas no vienen como una quiere pero sale una adelante”. Y en ese camino cuentan con el acompañamiento de la Pastoral Penitenciaria: en su caso ha conseguido un trabajo en una empresa de limpieza.
No es psicóloga pero la vida le ha enseñado la importancia de valorarse y defiende que “lo más importante es ser tú misma”. Y frente al rechazo, -“la gente siempre te mira por encima del hombro cuando ven la pulsera”-, reflexiona: “a lo mejor ellos han hecho peores cosas que nosotras y nadie les mira así”.
Lilian, de 37 años, estaba embarazada de su cuarto hijo mientras se rodaba el vídeo y dio a luz a final de septiembre. Sus palabras y su mirada reflejan el dolor que ha vivido, que no cuenta con palabras, pero también determinación.
“No voy a tropezar otra vez con la misma piedra, tengo muy claro que hay otro camino. Sólo quiero vivir tranquila, no quiero dinero ni joyas: quiero salud, libertad y estar con mis hijos”, destaca.
Y Pilar, de 30 años y madre de 2 hijos, nos invita a valorar el momento. “Vivir el día a día es una cosa maravillosa, aprecias las cosas pequeñas, como comerte un pollo con arroz, que es para mí un manjar”, cuenta a la cámara.
“A lo mejor otras personas están comiendo en un restaurante de cinco estrellas y se les hace bola por las preocupaciones que tienen. Todo tiene su recompensa”, concluye con una sonrisa.
El estigma del paso por la prisión dura siempre
En general, “se habla mucho de prisiones pero nunca se habla de las personas privadas de libertad, por eso la finalidad del vídeo es visibilizar la realidad del mundo penitenciario que en la diócesis de Valencia abarca, entre internos, usuarios del Centro de Inserción Social (CIS) y trabajos en beneficio de la comunidad, a más de 3.000 personas, e implica también a sus familias”, según Aguado.
Para la persona que ha estado en prisión esa situación “nunca acaba, siempre está con ese estigma, con dificultades para encontrar trabajo y posicionarse socialmente, y en el caso de las mujeres, están más marginadas que los hombres”, incide.
Frente a esta pared “es nuestra misión y responsabilidad insistir en dar visibilidad a esta realidad, para cambiarla, porque incluso con una pandemia, aunque no podamos entrar en prisión igual que antes, por las restricciones que hay, desde la Pastoral Penitenciaria seguimos acompañando a los privados de libertad y seguimos dándoles voz, a través de los recursos que tenemos”, precisa.
En la diócesis de Valencia, la Pastoral Penitenciaria realiza su labor en el centro penitenciario de Picassent, a través del Programa de Orientación Penitenciaria (POP), con formación y asesoramiento para 25 jóvenes en régimen de semilibertad, y en cuatro hogares de acogida: los pisos Padre Jofré y Claver, en colaboración con el Ministerio del Interior y los jesuitas, respectivamente; el Hogar Scala, de los Redentoristas; y la casa hogar Antonia María de la Misericordia. Son espacios residenciales y educativos que promueven los valores y facilitan la adaptación a su nueva realidad de la vida social y familiar.
Fotografías: Francisca, en primer término, e Inés, detrás (arriba); Lilian (en el centro); y Pilar (abajo).