Mireia Bonilla – Ciudad del Vaticano
La octava catequesis del Papa Francisco sobre su ciclo dedicado al “Espíritu Santo y la Iglesia” sirve para aclarar que el Espíritu trabaja por la unidad de la Iglesia: “Por un lado, empuja a la Iglesia hacia el exterior, para que pueda acoger más y más personas y pueblos; por otro, la reúne en su interior para consolidar la unidad alcanzada. Le enseña a extenderse en la universalidad y a recogerse en la unidad” ha asegurado esta mañana Francisco, frente a más de 25.000 fieles presentes en la plaza de San Pedro, según la Gendarmería Vaticana.
Todos queremos la unidad, pero sabemos lo difícil que resulta conseguirla
El Papa asegura que la unidad es una de las cosas más difíciles de conseguir en la vida, incluso dentro del matrimonio y de la familia: “La unidad de la Iglesia es la unidad entre las personas y no se consigue actuando de manera teórica, sino en la vida. Todos queremos la unidad, todos la deseamos desde lo más profundo de nuestro corazón; sin embargo, es tan difícil de conseguir que, incluso dentro del matrimonio y de la familia, la unidad y la concordia son de las cosas más difíciles de alcanzar y aún más difíciles de mantener”.
¿Por qué la unidad es tan difícil de conseguir?
El Papa revela la razón de porqué cuesta tanto conseguir la unidad dentro de la Iglesia: “cada uno quiere, sí, unidad, pero en torno a su propio punto de vista, sin pensar que la otra persona que tiene enfrente piensa exactamente lo mismo sobre «su» punto de vista. De este modo – dice el Papa – la unidad no hace más que alejarse”.
Para Francisco, la unidad de Pentecostés, según el Espíritu, se consigue cuando uno se esfuerza “por poner a Dios, y no a uno mismo, en el centro”. Y lo mismo pasa con la unidad cristiana: “no debemos esperar a que los demás se unan a nosotros donde estamos, sino avanzando juntos hacia Cristo”.
Los Hechos de los Apóstoles manifiestan la universalidad y unidad de la Iglesia
El Pontífice, citando a San Lucas – que escribió los Hechos de los Apóstoles – explica estos dos movimientos del Espíritu Santo. El primero de los dos movimientos – la universalidad – lo vemos en acción en el capítulo 10 de los Hechos, en el episodio de la conversión de Cornelio: “Pablo quiso proclamar el Evangelio en una nueva región de Asia Menor; pero, está escrito, «el Espíritu Santo se lo impidió»; quiso pasar a Bitinia «pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió». Se descubre inmediatamente la razón de estas sorprendentes prohibiciones del Espíritu: la noche siguiente, el Apóstol recibió en sueños la orden de pasar en Macedonia. El Evangelio salía así de su región natal, Asia, y entraba en Europa” explica el Papa.
El segundo movimiento del Espíritu Santo -el que crea la unidad- lo vemos en acción en el capítulo 15 de los Hechos, en el desarrollo del llamado Concilio de Jerusalén. “El Espíritu Santo no siempre obra la unidad de repente, con intervenciones milagrosas y decisivas, como en Pentecostés – asegura el Papa – también lo hace con un trabajo discreto, pasando por las personas y las instituciones, la oración y la confrontación, de una forma, diríamos hoy, sinodal” explica Francisco. Y esto es lo que ocurrió, de hecho, en el Concilio de Jerusalén, para la cuestión de las obligaciones de la ley mosaica que debían imponerse a los conversos del paganismo. Su solución fue anunciada a toda la Iglesia con las palabras que conocen bien: «Fue el parecer del Espíritu Santo y el nuestro…»