El icono de la Trinidad y el texto de la Escritura del libro del Génesis, nos permite entrar en el misterio del Dios uno y trino, contemplar algo del misterio inefable del Dios Vivo, del dios de los cristianos.(Gn. 18, 1-9)
La iglesia ha considerado la teofanía o manifestación de Dios a Abraham, junto al encinar de Mambré, como una revelación de Dios a los hombres: revelación misteriosa y cargada de sentido salvador. Los Padres orientales ven incluso en esta manifestación una primera revelación de dios que es Uno y Trino, un Dios que ama a los hombres y sale a su encuentro, un Dios de la historia que se acerca a la historia de los hombres, un Dios amigo que pide hospitalidad a Abraham, el hombre amigo de Dios. Dios es un amigo que se presenta pidiendo y se despide colmando de bendiciones y regalos a aquellos que lo saben acoger con amor. El premio de la hospitalidad de Abraham será el don de una descendencia en su hijo Isaac, cuando ya las esperanzas humanas se habían agotado.
El icono de la «filoxenia»: amor y hospitalidad.
Desde la antigüedad, los cristianos han representado en imágenes esta escena del libro del Génesis. Los hermosos mosaicos de Santa María la Mayor y de Ravenna nos presentan esta imagen: tres ángeles en torno a una mesa, como una anticipación del misterio de la Eucaristía.
El monje Andreij Roublëv, quiso fijar en colores y símbolos una experiencia de San Sergio, una visión del misterio trinitario, del Dios amor y misericordia, del Dios Uno y Trino. Un Dios expresado en la unidad: «Que todos sean uno cono yo en ti y tu en mí» (Jn. 17,21-23)., según las palabras de la oración sacerdotal de Jesús; un dios que es comunión de personas distintas. Por eso se le atribuyen a San Sergio estas palabras. «Contemplando la imagen de la Trinidad hemos de vencer las odiosas divisiones de este mundo». La Trinidad es la imagen del Dios que reconcilia, de la humanidad reconciliada. Entremos en una contemplación que se nos revela en tres tiempos, en tres planos, en tres personas, con una secreta unidad. Entremos porque la mesa está abierta y preparada para nosotros.
Junto al encinar de Mambré
La revelación que nos ofrece esta imagen es la de la escena del libro del Génesis. tres ángeles: bellos, espléndidos y elegantes en su ropaje y en su cabellera, llenos de majestad, envueltos en un halo de misterio, vivos expresivos en su dependencia y en su comunión recíproca. Llevan en sus manos unos casi imperceptibles bastones rojos de peregrinos. Están sentados en torno a la mesa que Abraham y Sara han preparado. Sobre la mesa hay una copa y dentro de ella algo que es como un trozo de cordero. El encinar de Mambré se ha estilizado en la pintura hasta convertirse en un arbusto misterioso que está junto al ángel del centro. La casa de Abraham se ha convertido en una diminuta casa-palacio que está sobre el ángel de la izquierda. Han quedado fuera de la escena Abraham y Sara. todo se concentra en los tres ángeles misteriosos.
Recibiendo a los ángeles y acogiéndolos en su hospitalidad. adorándolos y postrándose hasta la tierra, Abraham reconoce a su dios. La liturgia oriental lo comenta con estas palabras: «Dichoso tú Abraham, tu los has visto, tú has recibido al Dios uno y trino.»
También nosotros estamos invitados a contemplar y a adorar. Dios se ha acercado a nuestra vida. Dios nos pide hospitalidad. Ahora somos nosotros Abraham y Dios nos pide hospitalidad en la fe, porque nos trata como amigos. Dios se hace mendigo de la amistad para colmarnos de bienes. Acepta nuestra hospitalidad ofrecida para prodigar a manos llenas sus dones.
Todo se somete a la idea única. En el centro del icono se presenta la figura del ángel que simboliza a Jesús el Cristo (Por lo común, en el centro se presentaba el ángel simbolizado al Dios-Padre). El colorido de las vestiduras es característico para la iconografía de su imagen. Detrás de Jesús el Cristo se encuentra el árbol verde, el símbolo de la vida eterna.
A la derecha de la figura de Jesús vemos al ángel que simboliza al Espíritu Santo. Las figuras de dos ángeles y el árbol, se ladean hacia la tercera figura, el Dios-Padre.
El Padre bendice el cáliz con la cabeza del becerro sacrificado, símbolo del sacrificio de Jesús, y dos ángeles inclinan la cabeza en señal de acuerdo y obediencia.
El divino consejo trinitario
La imagen nos invita a trascender la escena para contemplar el misterio. Los tres Ángeles reflejan el misterio de la Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Unidad en la naturaleza, Trinidad en las personas.
Algunos elementos subrayan la unidad. El Color azul que de diversas maneras está presente en los tres vestidos; el mismo color de las alas que están misteriosamente unidas y que expresan una inmensa comunión. La unidad de la mirada y del movimiento interno que parte desde el pie del ángel de la derecha y sube hasta su cabeza, se vuelca en la del ángel del centro y ésta a la vez se posa en la del ángel de la izquierda hasta indicar un movimiento de comunión en la vida y en el pensamiento, como un misteriosos círculo de plenitud en el que estos tres ángeles viven.
Una unidad divina y misteriosa que no consiste en una simple igualdad que borra diferencias, sino en una unidad donde se hace posible la comunión de las personas distintas y donde se percibe esta unidad de vida. Vivir el uno para el otro, el uno con el otro, el uno en el otro, sin confundirse, sin absorberse, en una virginal experiencia de comunión personal. Este icono nos muestra el secreto de la vida de Dios: vivir el uno para el otro escuchándose en la unidad de una misma mirada, tendiendo hacia un mismo fin: la salvación del hombre. Cada persona en sí no parece completa y cada una parece que no puede existir sin referencia, sin relación a la otra, a las otras. Así las personas de la Trinidad nos ofrecen esta forma maravillosa de contener el Ser divino, de recibirlo de las otras, de darlo a las otras, de colocar a las otras con el don de la existencia.
Podemos seguir adelante en nuestra contemplación y descubrir el rostro y el nombre de cada una de las tres divinas personas. Las tres divinas personas están en orden de precedencia: el primero a nuestra izquierda el Padre, el segundo el Hijo, el tercero el Espíritu Santo. La inclinación de los báculos dorados indicaría el orden mismo de la majestad trinitaria, del Padre al Espíritu.
La figura central es la del HIJO, con su túnica sacerdotal, sus manos indicando la copa del sacrificio, revestido de una túnica y un manto que representan su doble naturaleza. El Hijo como evidencia de la Encarnación redentora, con su rostro inclinado en actitud reverente de aceptación de la voluntad del Padre.
El misterioso ángel de su izquierda sería el PADRE en su hieratismo escondido y misterioso, principio de todo en quien descansa el movimiento de las cabezas y de las aureolas, como una reverente aceptación de su voluntad por parte del Hijo y del Espíritu.
El ángel que está a la derecha es el ESPIRITU SANTO. Tiene un rostro dulce, tierno, maternal, casi femenino. Es el consolador. Su actitud es de servicio, de oblación, de colaboración; se inclina obediente; se lanza en la colaboración total a los planes del Padre y del Hijo. El color de su vestido nos habla de juventud y de vida: Espíritu vivificante, juventud de Dios, rejuvenecedor de la iglesia, escondido y presente.
La economía trinitaria de la salvación.
Ahora, descubrimos en esta imagen misteriosa, a través de los símbolos, el plan de la salvación del hombre, realizado por Cristo, presente en la Iglesia.
Los símbolo son ahora los que hablan de esta realidad escondida en Dios y manifestada en la obra de la salvación.
El encinar de Mambré es ahora ante nuestros ojos un arbusto con diversos simbolismos: árbol de la vida, árbol de la cruz, vid misteriosa que Jesús ha identificado con su persona: «Yo sol la vid…» de la que pende el racimo que se estruja en el sacrificio: vino y sangre.
La casa de Abraham es símbolo de la casa de Dios, de la Iglesia que es el palacio-templo, a la vez terrestre y celeste.
La cruz está inscrita en la aureolas blancas de los ángeles. Una línea vertical desde el ángel del centro hasta el fondo indica el tronco
Me siento muy afortunada de haber sido encontrada por este espacio de oración. Mil gracias y espero seguir recibiendo sus artículos
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