Recibida por el Arzobispo
– La llama procede de la antorcha que, tradicionalmente, se enciende en la gruta del nacimiento de Jesucristo
Este año, y con motivo del 65 aniversario del Moviment Escolta de València, la Catedral ha sido la escogida para acoger el reparto de ‘La Luz de la Paz de Belén’, procedente de la antorcha que, tradicionalmente, se enciende en la gruta del nacimiento de Jesucristo.
En esta celebración, presidida por el arzobispo de Valencia, monseñor Enrique Benavent, “participaron representantes de parroquias y movimientos juveniles que después serán los encargados de repartir esta luz por toda la diócesis”, señala Carla Gens, presidenta del Moviment Escolta de València -Scouts- que organiza la iniciativa.
De igual manera, y con motivo del 65 aniversario del Moviment Escolta, la plaza de la Almoina acogió, previamente, diferentes actividades con los grupos escolta que acudieron a la Seo para recoger la ‘Luz de la Paz de Belén’.
“Queremos, con esa luz, celebrar de forma conjunta el mensaje de paz que ella trasmite”. Se trata de “una llama simbólica con una historia profundamente significativa”, afirma la presidenta. Se origina en la Gruta de la Natividad en Belén. Allí, una llama eterna arde, y cada año, una sola vela se enciende desde ella. “Los scouts luego reparten esta llama por todos los territorios difundiendo su mensaje de paz”.
Este año, desde Austria
La ‘Luz de la Paz de Belén’ es un símbolo único de unidad que trasciende las fronteras políticas, culturales y geográficas. Aunque la Gruta de la Natividad se encuentra en Belén, una ciudad marcada durante mucho tiempo por el conflicto, la llama en sí misma nunca ha dejado de hacer su viaje. Incluso en tiempos difíciles, representa la posibilidad de paz y reconciliación.
Este año, sin embargo, la llama comenzó su viaje en Christkindl, Austria, debido a los desafíos logísticos que impedían el transporte directo desde Belén. A pesar de esto, su poder simbólico permanece sin cambios. Encendida en la Gruta en 2023 por Pillar Jarayseh, de 12 años, la llama fue cuidadosamente conservada por los exploradores austriacos hasta este año, cuando se pasó a Matthias Secklehner, de nueve años, para comenzar su viaje de nuevo.