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«Estoy escribiendo una segunda parte de Laudato si’ para actualizar los problemas actuales».
Así se ha expresado el Papa esta mañana al dirigirse a una delegación de juristas de los Estados miembros del Consejo de Europa firmantes del Llamamiento de Viena, mientras los fenómenos extremos siguen afectando a las poblaciones de todos los continentes del mundo. El director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, señaló que se trata de una carta que pretende hacer frente en particular a las recientes crisis climáticas.
Francisco, durante la audiencia de hoy, expresaba su aprecio por el compromiso en el desarrollo de un marco normativo a favor de la protección del medio ambiente:
«No debemos olvidar nunca que las jóvenes generaciones tienen derecho a recibir de nosotros un mundo bello y habitable, y que esto nos inviste de serios deberes hacia la creación que hemos recibido de las manos generosas de Dios. Gracias por esta contribución».
Laudato si’ es la segunda Encíclica de Francisco: publicada el 18 de junio de 2015, lleva la fecha del 24 de mayo del mismo año, solemnidad de Pentecostés. El documento, dedicado al «cuidado de la casa común», toma su título del incipit del Cántico de las Criaturas de San Francisco y se abre de la siguiente manera:
«Laudato si’, mi’ Signore», cantaba San Francisco de Asís. En este hermoso cántico, nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la que compartimos la existencia, y como una hermosa madre que nos acoge en sus brazos: «Alabado seas, Señor mío, por nuestra querida madre Tierra, que nos sustenta y gobierna, y produce frutos diversos con flores y hierba de colores».
El propio Papa quiso aclarar el sentido de esta Encíclica, poco después de su publicación, en la audiencia del 21 de julio de 2015 a los participantes en el Taller titulado «Esclavitud moderna y cambio climático: el compromiso de las ciudades»:
Esta cultura del cuidado del medio ambiente no es solo -lo digo en el verdadero sentido de la palabra- una actitud «verde», es mucho más. Cuidar el medio ambiente significa tener una actitud de ecología humana. Es decir, no podemos decir que la persona está aquí y la creación, el medio ambiente están allí. La ecología es total, es humana. Y esto es lo que he querido expresar en la encíclica Laudato si’: que no se puede separar al hombre del resto; hay una relación recíproca, tanto del medio ambiente sobre la persona, como de la persona en el modo en que trata al medio ambiente; y también el efecto rebote contra el hombre cuando se maltrata el medio ambiente. Por eso, cuando me hicieron una pregunta, respondí: «No, no es una encíclica ‘verde’, es una encíclica social». Porque en la sociedad, en la vida social de la humanidad, no podemos prescindir del cuidado del medio ambiente. Además, el cuidado del medio ambiente es una actitud social, que nos socializa, en un sentido o en otro -cada uno puede darle el valor que quiera-, por otro lado, nos hace recibir -me gusta la expresión italiana, cuando hablan del medio ambiente-, de la Creación, de lo que se nos ha dado como don, que es el medio ambiente.
En la Encíclica menciona que eligió el nombre de Francisco como guía e inspiración para su pontificado:
Creo que Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad. Es el patrón de todos los que estudian y trabajan en el campo de la ecología, amado también por muchos que no son cristianos. Mostró una especial preocupación por la creación de Dios y por los más pobres y abandonados. Amó y fue amado por su alegría, su entrega generosa, su corazón universal. Fue un místico y un peregrino que vivió con sencillez y en maravillosa armonía con Dios, con los demás, con la naturaleza y consigo mismo. En él vemos hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior.
Y apela al desafío urgente de proteger nuestra casa común para construir un futuro mejor para toda la humanidad, sin excluir a nadie:
Hago un llamamiento urgente a un diálogo renovado sobre cómo estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una confrontación que nos una a todos, porque el desafío medioambiental que estamos viviendo, y sus raíces humanas, nos afectan y nos tocan a todos. El movimiento ecologista mundial ya ha recorrido un largo y rico camino, y ha dado lugar a numerosas agregaciones ciudadanas que han fomentado una toma de conciencia.Por desgracia, muchos esfuerzos por buscar soluciones concretas a la crisis medioambiental se ven a menudo frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por el desinterés de los demás. Las actitudes que obstruyen los caminos hacia las soluciones, incluso entre los creyentes, van desde la negación del problema hasta la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. Necesitamos una nueva solidaridad universal.Como dijeron los obispos de Sudáfrica, «se necesitan los talentos y la implicación de todos para reparar el daño causado por los seres humanos a la creación de Dios. Todos podemos trabajar juntos como instrumentos de Dios para el cuidado de la creación, cada uno con nuestra propia cultura y experiencia, nuestras propias iniciativas y capacidades.